“No me he muerto, todavía sigo estando”
Daniel Toro habló en el sentido homenaje que le rindió el INAMU.
La idea de que nada en el universo sea químicamente puro resulta siempre atractiva. Desde ahí es posible verificar que detrás de una historia se asoman otras historias, que en los pliegues del lenguaje navegan otros lenguajes, del mismo modo que en una música siempre retumban otras músicas. Hace tiempo que Julián Polito, violagambista –además de matemático y artista plástico– pregona la idea, corroborada por unos y disimulada por otros, de que ese complejo repertorio de danzas y canciones de distintas procedencias que en el último siglo la necesidad y su cara de hereje solemnizaron con el rótulo “folklore”, arrastra en sus genes rastros más o menos evidentes de la música del Renacimiento español, la que trajeron los primeros conquistadores, o de la del barroco, que más tarde acompañó a los jesuitas, entre otra cosas.
Desembarco se llama el disco en el que Polito cruza repertorios antiguos y modernos, lo que quedó escrito y lo que anduvo de boca en boca. Como el primer gesto de quien está por fundar un continente, Polito despliega su juego sonoro, que es también un juego con tiempos históricos. Junto a Los Lirios del Campo, la banda integrada por Elimar Plinio Machado (viola da gamba bajo), Emilio Cervini (guitarra), Juan Casasbellas (bajo), Pablo Favazza (percusión) y Juan Valverde (flauta), y la producción artística de Federico Marquestó, el violagambista cuenta además con numerosos invitados, cada uno con su aporte preciso, que se potencia en la mezcla y logra ser más que una forma de “barroco con chirlera”.
Una vidala santiagueña cantada por Nadia Szachniuk con un consort de violas, que además tienen un solo de sarangi –instrumento de cuerdas hindú–; las Coplas a la muerte de mi padre que Jorge Manrique escribió en España en 1476 interpretadas con caja y voz por la coplera Laura Peralta; la tonada El Congo, del siempre sorprendente Códice Martínez Compañón del siglo XVIII, cantada por Palo Pandolfo; versiones de la tradicional danza criolla La firmeza, interpretada por Los Bajones del Plata con antiguos instrumentos antecesores del fagot; una recopilación de Violeta Parra interpretada como una chanson del Renacimiento francés; un tema de Gentle Giant con ritmo de cueca y adornos antiguos; Cucuza Castiello cantando al rockero chileno Eduardo Gatti con revestimientos barrocos. Estas son algunas de las piezas que componen este continente imaginario, en el que sin embargo nada es casual ni suena forzado.
La de Polito es la reconstrucción sonora de un antropófago cultural –en la idea Oswald de Andrade–; un músico omnívoro que además respalda la memoria de su descubrimiento en la idea de “ucronía”, aquello que pudo haber sido pero no fue. El resultado, con hallazgos y extravíos como en toda experimentación, suena original y, cuando logra frescura, es de una potencia maravillosa.
Daniel Toro habló en el sentido homenaje que le rindió el INAMU.
"Todos estos años" de Liliana Herrero, con dos conciertos memorables.