Gardel Sinfónico: Pompa y calidad

Por Karina Micheletto | 25 de septiembre de 2016 |

Gardel Sinfónico
Ariel Ardit
Alfiz Producciones 2016
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Ariel Ardit siempre dice que él tiene un dios sin barba, con gomina y que canta tangos. A ese dios que inventó todo y también la sonrisa, le dedica este disco intenso, expansivo, pensado para el gran despliegue orquestal y para el gran público, con algo de fatuo. Es Gardel sinfónico, el homenaje que realizó con Andrés Linetzky en los arreglos y el piano y la Filarmónica de Medellín, y que presentó en el mismísimo lugar en el que murió Carlos Gardel, y el mismísimo día en el que se cumplieron 80 años de aquella tragedia. Una idea redonda que pone en juego los talentos de dos grandes creadores del tango actual, y de una orquesta sinfónica de gran despliegue, en un homenaje que logra el cometido de aparecer para permanecer como un hito para el género.

La grabación, realizada en un concierto dado pocos días después, en el teatro Metropolitano de Medellín, logra transmitir el calor de ese homenaje y el gran trabajo implícito en su producción, en la concepción de los arreglos, en la selección de los temas, hasta en el modo de presentarlos y ordenarlos como un repertorio. Linetzky, que está entre los mejores arregladores actuales y que además conoce mucho a Ardit, por trabajar frecuentemente con él, logra dar en el centro justo de un difícil equilibrio: “pasar” los temas para una ejecución sinfónica, sin que pierdan su anclaje tanguero, y dotarlos además de un estilo ampuloso, ornamentado para la ocasión, bien romántico podría decirse, sin caer en lo cursi o lo barroco.

Y así, tras una obertura instrumental, el disco arranca con un Mi Buenos Aires querido que es como para salir a gritar “Viva la Patria” por la ventana, sigue con un Soledad que es la daga misma del abandonado, y clava un Lejana tierra mía que pianta el lagrimón de todas las nostalgias. Juega con Rubias de New York, en un viaje hacia aquella época y aquel recordado film, y da lugar al lucimiento de Ardit en el cierre con Volver, que viene con la yapa del Mi Buenos Aires querido con el que todo empezó, y con los fervorosos aplausos del final.

El repertorio sigue la huella de aquel Gardel que quedó trunco cuando recién comenzaba a asomar: el que ya alzaba vuelo también a través del cine como una estrella mundial, y que compuso junto a Le Pera muchos de estos temas, pensados con ese destino “universal”, y efectivamente perdurables como tales. Golondrinas, Cuando tú no estás, Amores de estudiante, y por supuesto El día que me quieras, en el que aquí Ardit antecede un romántico recitado –como en las películas de Gardel– se suman a los ya mencionados en Gardel sinfónico. El repertorio se permite algún tema menos popular como Sol tropical, una rumba que firman Le Pera y Terig Tucci, a quien Gardel convocara tras su llegada a Nueva York para colaborar en sus películas, y que pasó a ser director musical de la Paramount musicalizando las películas Cuesta abajo, El tango en Broadway, El día que me quieras, Tango bar y Cazadores de estrellas, entre el 34 y el 35.

Dirigida por Gonzalo Ospina se luce la Filarmónica de Medellín, y también Ramiro Boero en bandoneón. Todo este trabajo tiene sostén en la voz y el cantar de Ardit, y el cordobés deja en claro que está a la altura de un homenaje de tan altas pretensiones: para decirlo en términos criollos, tiene con qué. Tras esta espectacular presentación en el aeropuerto que se volvió mítico –el Olaya Herrera de Medellín–, al aire libre y frente a 5 mil personas, Ariel Ardit mostrará este trabajo en el local Teatro Colón, en febrero de 2017. Y de allí, al mundo.

Comentario al margen (o no tanto): la tapa del disco, con ese efecto de imagen móvil (antecesor del 3D) que a toda una generación le remite a las reglas de la primaria, y a toda otra a los tazos, es un buen detalle vintage para el disco.

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