En estado de amor musical

Por Maby Sosa | 24 de septiembre de 2017 |

Entre todas las definiciones que existen del enamoramiento, hay una que dice que es un proceso que parte de la corteza cerebral y se transforma en respuestas fisiológicas y químicas. En general, no se aclara de qué se tratan esas respuestas, por eso, no sorprende cuando Paula Maffía define su relación con la música desde el completo enamoramiento. “Tengo recuerdos de los siete o nueve años, de  haber escuchado canciones y haber sentido profundamente cómo me atravesaban. Una sensación de la que yo no tenía demasiada certeza, porque era muy chica para tener. Es algo que sentí después, de grande, cuando me enamoré”, explica la cantante y compositora que en estas semanas está preparando su concierto vía Internet junto a Mariana Baraj.

Maffía vivió fascinada por las melodías de los dibujitos animados, pero tuvo acceso a todo tipo de música. Sentada en un bar de Chacarita, enumera un abanico tan largo como variado de artistas: Chopin, Queen, compilados de jazz, la música de Tom & Jerry, el hot jazz de los ’20 en las cortinas de Merry Melodies y las canciones de su ídola máxima, María Elena Walsh. A principios de la década de 2000 ganó un concurso que le permitió pensar en la posibilidad de grabar su primer disco, pero luego vino la etapa de la banda: la Cosa Mostra, que fue un viaje de ida en su profesión. Luego vino la etapa solista junto a Orgía, y se agrupó con otras grandes instrumentistas para armar Las Taradas.

Compositora prolífica, música curiosa y artista inquieta, Maffía se dio la oportunidad de explorar -como pocas veces puede hacerlo un músico- las distintas posibilidades de una canción. Paula comenzó su acercamiento más intenso en el conservatorio musical donde aprendió los aspectos más formales de la música y se acercó al piano.

Ese juego llamado música

La experimentación ocupa un lugar importante en las canciones de Maffía. No hay miedo ni dudas. Hay certezas musicales y por qué no, letrísticas. “Para mí fue fundamental haber abandonado el conservatorio. El piano me generó un terror reverencial sigo estudiándolo pero no me siento pianista ni siento que me pueda expresar en el piano. “Recién al año o menos de haber empezado con el piano logro poner mis manos en una guitarra muy berreta que era como un cajón de manzanas y ahí empecé a trasladar todo lo que aprendí en el piano. Ahí aprendí a guitarrear y a componer. Me curtí tocando, así fui aprendiendo”, cuenta.

-¿Qué tenés hoy del conservatorio y de las anteriores formaciones?

-Del conservatorio tengo muy buenos recuerdos porque era un lugar donde la pasaba muy bien, salvo cuando tenía que dar exámenes. Rescato muy buenos profesores, muy buenos compañeros… Yo tenía a los 15 la necesidad de juntarme con gente más grande y en ese lugar pude hacerlo porque cursaba con gente de 18 a 40 y pico de años. Me volvió adulta el conservatorio. En un momento me pasó que no era lo suficientemente académica como para poder llevar adelante una carrera y tener esa constancia. Tenía demasiadas inquietudes como para dedicarme exclusivamente a estudiar piano y en un momento me sentí una estafadora quitándole el puesto en un conservatorio municipal a alguien que quería estudiar y se podía dedicar ocho horas mínimo por día a eso. Del rock, todo. Sigo en esta, siento que es un ambiente al que todavía hay que abrirle mucho la cabeza, es muy limitado y muy trastornado por el concepto del ídolo. Hay mucho que aprender en el mundo de la música. Los músicos que estuvimos muy amparados por la industria discográfica y ahora que se extinguió o está en vías, estamos en bolas. Lo único que hicimos en estos años fue generar rivalidades en lugar de formar una organización fuerte, auxiliarnos, compartir.

Buscando palabras

Maravillada con la canción, Paula Maffia escribe desde que empezó a tocar la guitarra. “Empecé a componer lisa y llanamente por necesidad, y la necesidad te pone ingenioso. Si tenés necesidad de algo te las arreglás”, dice. “Tenía  necesidad de decir cosas que todavía no sabía poner en palabras. Venía escribiendo pero me di cuenta que eran letras de canciones: tenían forma de versos y estribillo. Muchas de esas canciones, que las compuse cuando tenía 15 años, las sigo tocando, unas son muy buenas, otras una porquería. Pero es un ejercicio. En un momento ya toma una forma más práctica y aprendés a hacer canciones pero si sos una persona inquieta o una persona que busca desarrollarse, en un momento tus propias canciones te ahorcan, te quedan viejas y las nuevas, qué hacés, no las entendés y tenés una crisis muy grande. Y querés trascender y querés decir algo y querés explicar algo y no sabés cómo y hacés canciones y son todas feas, criaturas deformes y de pronto te sale una linda y ahí encontraste una forma nueva. Me ha pasado eso ya un par de veces, al principio me desesperaba y sentía que no iba a componer nunca más.

-¿Lograste sistematizar la composición?

-Soy muy workaholic le tengo mucho miedo al tiempo libre, en esa ecuación ¿donde aprendés? Si estás todo el día trabajando porque trabajar te hace trascender o te divierte, y tenés que tener un tiempo para aprender y componer… Recién ahora me llevo bien con el ocio y el tiempo libre y estoy empezando a entender que hay épocas de peces gordos en que son tantas las ideas que no tenés el tiempo para desarrollarlas y después otra época más de volver al granero para consumir lo cosechado. Hay cosas que consumo en el momento, canciones que salen disparadas, perfectas.

-Terminás la canción ¿qué hay después?

-Cuando es perfecta la quiero salir a mostrar ya mismo. Pasa cuando son canciones luminosas, fáciles de tocar que me representan. Otras las tengo que tocar mucho hasta que siento que me quedan bien. Algunas salen ya especiales. Y hay otras que las suelo llevar a la banda y es ahí donde se terminan de desarrollar. Es como los mamíferos. En la teoría de la evolución hay animales que nacen prematuros y otros más formados. Por ejemplo, la yegua da a luz a su potrillo, lo lame un poco y en un par de horas ellos salen andando. Pasa lo mismo con las canciones. Hay algunas hípicas que en un par de horas salen andando, otras necesitan más tiempo como el bebé humano que necesitás más tiempo y más atención porque nacen prematuros.

En escena

Maffía se mueve como crea: libre y energética. “En el escenario me siento salvaje y me encanta. La paso muy bien, me ha pasado de llegar a tocar en lugares feos con gente que no me ha tratado bien, o llegar enferma a un show o muy cansada, y subir al escenario y transformar esa energía. De todas las veces que toqué, no sé cuántas habré tocado incómoda”, afirma. “Hay siempre una total entrega, sé que la gente la va a pasar bien. La parafernalia en general no me va mucho, prefiero quitar todo eso, cobrar una entrada más económica y que la gente pueda venir. Para mí es un hecho social tocar, es compartir”, asume.

-¿Cómo administrás esa energía estando sola en el escenario o con una banda?

-Sola es un derroche. No tengo filtro, soy muy excedida con lo que es mi energía, soy de esas personas que dicen ¿por qué se compromete a algo si la otra persona no lo valora? ¿Por qué soy tan dada, por qué no soy más mezquina de esta energía que es agotable? Y creo que en el fondo yo siento que soy inagotable. Necesito cansarme un poco y la mejor manera es brindarse a estas cosas. Cuando toco con gente pasan dos cosas: tengo la necesidad de cuidar a la gente con la que toco, en especial si al proyecto lo estoy timoneando yo. Eso me genera un poco de tensión y a su vez de seguridad, de que puedo hacer lo que quiera, pero que tengo gente al lado, gente que me va a bancar.

Entre los proyectos de Paula Maffia hubo uno que generó mucho ruido en el mundo de la música: Las Taradas. El conjunto de talentosísimas mujeres recrea la música de los años ’40 y ’50. Dice Paula que hasta hoy le preguntan por qué son todas mujeres. “La presencia de la mujer en la música es ancestral. Bach tenía hermanas que eran músicas, autoras que tenían que escribir con seudónimos de hombres. Los permisos llegan incómodamente a destiempo y siglos después la mujer pudo aspirar a estudiar piano”, dice y se enoja un poco ante la pregunta que se repite. “La historia del ocultismo de la mujer en la música es el ocultismo de la mujer, punto. Ahora que en los últimos años más mujeres hayan participado específicamente de la música rock y que en los últimos quince años las mujeres hayan decidido dejar de ser coristas para ser cantantes es otra cosa. No sé si fue una decisión exclusiva de las mujeres. El avance sucede junto al avance de las mujeres en la historia.”

-En tu carrera, hubo más de sacrificio o de placer?

-Disfruto mucho de mi carrera. Debo confesar que a veces siento muchas dudas por lo que va a ser el futuro. A mí me va bien dentro de los estándares que tengo de vida, vivo bien, disfruto lo que hago, pero también trabajo mucho. Confío en mi ingenio de encontrar una manera de enfrentar y pensar siempre la manera de ganarme la vida. Yo en el arte soy más amiga de la promiscuidad, creo que hay que consumir otra disciplina. Hay músicos que sólo consumen música y eso a mí me parece un poco endogámico. Prefiero coquetear con otras cosas que vivir obsesionada con la música. Me gusta no perder contacto con otras ramas del arte, con la literatura, el cine, el teatro, las ramas humanísticas, las ramas científicas. La música tiene que ver con la física y con la anatomía. Me parece que un músico tienen que estar instruido más integralmente, pero es una carrera demasiado no formal. También tenés los malos tragos que están en el acto musical y que no empieza y termina todo en el músico. Hay un mundo de productores y personas que te pueden entorpecer la vida. Tener un entredicho con un productor puede hacer que no toques más en Capital Federal durante no sé, quince años. Me ha pasado. Es lamentable. A su vez, los productores tienen que llenar lugares, tienen que responder al lugar donde lo contratan y además, tienen amigos y les gusta programar a sus amigos… Yo no tengo amigos productores, pero a la vez sé que si armo y trabajo para una fecha me va a ir bien.

Además de dedicarse a la  música, Paula pasó por el teatro y las artes plásticas. Dibuja, hace cómics y pinta. “Es muy importante la parte visual. Me gusta, siempre me gustó dibujar. Ahora estoy trabajando en una serie que tengo que se llama Retratos de gatos. Viene de haber escrito sobre una experiencia personal que tuve con un gato que adopté y mató a mi gatita, embarazó a la otra y golpeó al otro. Pasé por dilemas morales con ese gato. Escribí esa experiencia en un texto para el ciclo Confesionarios y lo ilustré. A los dibujos les fue tan bien que hasta hice una muestra con ellos”, dice y cuenta que ahora está trabajando sobre eso de nuevo porque hacía mucho que no dibujaba.

-¿Qué o quiénes son tus amuletos?

-Hay una canción que para mí es un talismán y la canto desde que soy chiquitita y es Canción para bañar la luna. Siento que canto esa canción y me conecto genealógicamente con toda mi vida. Que soy Paula desde que tengo dos años hasta ahora. Tengo más que nada personas que fueron nodos de conexión

-¿Cuáles canciones tuyas te gustaría que la gente escuche?

-¡Son tan distintas! Creo que una canción que reúne mi manera de pensar y de escribir, de cantar y de componer, mi manera de ver el mundo es Mar de caricias. No la compuse para guitarra si no para cuatro, me parece una muy buena canción, que tiene algo muy difícil y es que es popular. Si estás distraído te puede llevar para un lugar de más atención si estás ofuscado te puede llegar a distraer. Después me parece que logré una buena letra con buena expresividad en Corcega, o  La rama y la flor. Pero donde me siento más segura es en el lugar más agresivo de mi música, por ejemplo en La fina línea, Ganas de salir o en El palo de amansar, que son canciones bastante agresivas. Hubo una crisis fuerte, dejé de componer cosas agresivas y entonces mis canciones me parecían una ñoñada. Recién cuando me amigué con mi parte ñoña surgieron esas composiciones, más dulces.

 

 

 

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