Cuando hay viento, Mandrake Wolf. Primitivo. Reedición 2017

El entenado

lunes, 15 de mayo de 2017 | Publicado por Santiago Giordano

“Yo soy Wolf Mantrana de apellido; y un día, en el colegio, cuando un profe tomaba lista, estaba por decir  ‘Mantrana’ y un boludo lo anticipó: ¡Mandrake!, dijo. Y quedó. Es un sobrenombre que me sigue, no se sabe bien por qué… y además explicado así no tiene ninguna mística y mucho menos magia”. Con el mismo entusiasmo con el que haría la cola del Rapipago, Mandrake Wolf evoca el origen de su ampuloso apodo. Hace varias horas que el músico uruguayo está respondiendo preguntas. Preguntas como la del origen de su sobrenombre y otras, seguramente más interesantes.

‘Secreto mejor guardado de la música uruguaya’, ‘músico para músicos’ o más violentamente aún: ‘el autor de Amor profundo de Jaime Roos’. Esas son algunas de las pronuncias periodísticas que lo condenaron una prestigiosa marginalidad, de la que Mandrake Wolf reniega. “Es una mierda eso –reacciona–. Durante mucho tiempo me pusieron en esos lugares, desde donde no se llega a nada. Pero mis canciones sí llegaron y eso me salvó”. Y las canciones de Mandrake llegaron arrastradas por ese torrente que parece inagotable y casi siempre es sorprendente que es la canción uruguaya. Hace rato que llegaron. Tanto, que es muy posible que entre los mejores discos de 2017 en Argentina esté uno de 1993 en Uruguay: se acaba de publicar Primitivo, disco solista de Mandrake Wolf, en Argentina. Es su primer CD de este lado del río.

Primitivo es un disco de canciones de extraña frescura. Canciones que se dejan escuchar, pero que producen una rara la sensación: parece que siempre estuvieron ahí y al mismo tiempo resulta complicado entender de dónde salieron.

Clase 1962, Alberto Wolf, Mandrake, nació en Montevideo. Su primer disco fue un casette compartido, editado en 1984: de un lado sus canciones y del otro canciones de El Cuarteto de Nos. Enseguida formaría Los Terapeutas, su banda bandera, orientada a una mezcla de candombe beat, con toques pop y reggae, sobre horizontes de rock. Mestizo (1988), Candombe del no sé quién soy (1990), Nada de cosas raras (1997), Amor en lo alto (2002), Hay cosas que no importan (2005), De (2008), Lo Esencial (2010), son algunas de las muestras discográficas de un músico al que Hugo Fattoruso le gusta definir como «un cantautor de amplios espacios y largas distancias»; Rubén Rada asegura que tiene canciones “maravillosas, con humoradas finas y cuando hace una canción seria te rompe el alma» y Martín Buscaglia recuerda que desde hace años en los ambientes musicales de Montevideo circula la pregunta «¿ya escuchaste la última canción de Mandrake?», casi como el santo y seña de una manera de estar en la música y en el mundo.  “Soy parte de un tronco muy preciso de la música uruguaya”, dice Mandrake Wolf y enseguida aparecen los nombres de Eduardo Mateo, Rubén Rada, Urbano Moraes, Hugo Fattoruso, Jaime Roos, Jorge Galemire, Jorginho Gularte, el príncipe Gustavo Pena, Martín Buscaglia. “Vengo de esa parte, pero en un punto tomé por otros caminos, arriesgué por otro lado”, repite.

Es un día de entrevistas para Mandrake Wolf en Buenos Aires y el piso 16 de una torre de Palermo es su bunker casual. Los periodistas pasan y él habla. Habla de la genealogía musical uruguaya y de Los Terapeutas. También habla de su música, de sus canciones. Que son muchas más que la más famosa y que naturalmente han sabido lograr un público entre la gente. Y habla de Primitivo, el disco que grabó hace varios años para el sello Ayuí de Montevideo y que ahora el sello edita Los Años Luz en Argentina. “Este disco se hizo en épocas complicadas, porque había pasado la efervescencia post dictadura que marcó la segunda mitad de los ’80 en Uruguay y las cosas se habían congelado, en muchos sentidos –cuenta Mandrake Wolf–. De pronto tuve la propuesta de Ayuí, que me daba 30 horas para grabar y para mezclar un disco de canciones. Según me decían les gustaban mis canciones, pero de una manera simple: guitarra y voz. Era poco, pero había eso nomás. En cambio yo pensaba hacer un disco con Los Terapeutas, pero no había presupuesto para bancar un proyecto más grande”. “Los Terapeutas son los guerreros de todos los tiempos. Con ellos compartí todo y siempre tuvimos una cabeza musical en sintonía”, continua Wolf que en los últimos tiempos sumó el proyecto Mandrake y Los Druidas.

Había que hacer un disco solista y entonces Mandrake Wolf convocó como productores a Riki Musso (Cuarteto de Nos) y Daniel Jacques (Los Terapeutas) con el encargo de buscarle la vuelta, como para que no quede un disco “tan solista”. Y así fue como no a lo ancho pero sí a lo largo Los Terapeutas fueron pasando, de a uno, por el disco que también cuenta con la colaboración de Hugo Fattoruso  y Chavela Ramírez. “Por eso elegí las canciones que tenía de acuerdo a cada situación y en base al bajo presupuesto que teníamos –confiesa Mandrake Wolf–. Quedó un disco austero, una especie de demo de lujo. No era lo que quería, pero ahí estaba. Yo lo sentía como un disco sin pena ni gloria, incluso a muchas de esas canciones las grabé después en otros discos, pensando que así las salvaba. Pero Primitivo le gustó a muchos en el ambiente musical uruguayo y así tuvo cierta circulación. Cuando alguien me comentaba que le había gustado, yo decía, sí, sí, dale… pero no estaba convencido”.

A Primitivo lo abandoné. Cuando supe que lo iban a reeditar, me senté y lo escuché tranquilo, varias veces. Y no me pareció tan malo. Al contrario, me dije ¡qué pelotudo! ¿Por qué lo tiraba tan para atrás?

Guachito y todo, Primitivo es un disco de canciones de extraña frescura. Canciones que se dejan escuchar, pero que producen una rara la sensación: parece que siempre estuvieron ahí y al mismo tiempo resulta complicado entender de dónde salieron. Canciones que sacuden la complacencia y si es mucho lo que muestran, en realidad encantan por lo que esconden.

–¿Cómo fue reencontrarse con este disco, que en el fondo considerabas una especie de guacho?

–Es cierto, es un disco que abandoné. Cuando supe que lo iban a reeditar, me senté y lo escuché tranquilo, varias veces. Y no me pareció tan malo. Al contrario, me dije ¡qué pelotudo! ¿Por qué lo tiraba tan para atrás? Y ahora lo escucho y descubro que es un disco valiente, con buenas canciones y con arreglos originales. Hay una sola canción que no me gustó, pero porque es muy bajón. Y a Cuando hay viento no la puedo tocar.

–¿Por qué?

–No lo se. No me sale más…

–¿Y te acordás en qué circunstancia la compusiste?

–Si, más o menos. Esa canción salió una vez que estaba (Eduardo) Mateo en mi casa jodiendo y empezamos a divagar sobre una especia de raga. En un momento Eduardo dio vuelta la guitarra y empezó a tocarla como un tambor, pero con un ritmo muy raro, con unos toques extraños. Cuando la grabamos Mateo ya se había muerto, entonces le pedí a un percusionista que es un capo y no pudo sacar esos ritmo que yo tampoco sabía muy bien cómo explicarle. La cosa que en el vértigo de la grabación le pedí a Daniel Jacques que hiciera algo con el bajo y salió lo que está en el disco, que está bueno también.

–¿Y el resto de las canciones de dónde salieron?

–Por aquella época me había hecho una casita en Baliza, un balneario de Rocha, que entonces era un lugar de pescadores y algunos drogones nomás. Ni policía había. Ahí empezó mi cabeza a viajar. Veía las arenas, los médanos en la lejanía y me dio una cosa muy mística. Habrán sido también los hongos, que se yo. También los libros de (Carlos) Castaneda, don Juan, el aliado, ese tipo de cosas.

–¿Qué música escuchabas entonces?

–Escuchaba Steely Dan, John McLaughlin. También Eduardo Mateo, por supuesto. ¡Ah! Y Joni Mitchel a fulll. Sobre todo el disco Shadows & Light, con aquella banda con Jaco Pastorius, Pat Metheny, Don Alias, Michael Brecker.

Seleccionado por el Club del Disco como álbum del mes de junio Primitivo tendrá su bautismo en Buenos Aires. El 15 de junio, Mandrake Wolf estará en el CAAF, junto al guitarrista Ney Pereza, con se reunió de casualidad cuando fue a tocar a su boliche, en el parador Neptunia, una playa de Canelones. “Antes del show nos pusimos a zapar y me mostró versiones que había hecho de algunas de las canciones del disco y me conmovió –cuenta Mandrake–. Con Ney somos compañeros en el espectáculo Mateo x6, basado en las canciones de nuestro prócer musical, desde hace veintipico de años. Además es uno de los que siempre se demostró un fanático de Primitivo. Enseguida pintó hacerlo junto y al poco tiempo lo hicimos en El solitario Juan, en Montevideo. Así lo vamos a mostrar en Buenos Aires.

–Crónica de un reencuentro…

–Salir a tocar un disco con el que me reconcilié es algo hermoso. Un regalo, te diría.

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