Tu corazón, Lisandro Aristimuño. Constelaciones. 2017

Cantor en la luna

viernes, 15 de septiembre de 2017 | Publicado por Sergio Sánchez

“¡Qué viva tu revolución, Lisandro!”, grita una piba después de que el músico de Viedma deja morir los acordes de Cerrar los ojos. Lisandro Aristimuño sonríe con pudor sin emitir palabra y el dibujante Liniers, que está a unos metros, le guiña un ojo y celebra el gesto con picardía. Son testigos de la escena apenas unas cien personas, tal vez menos. Un número impensado de espectadores en la actualidad de Aristimuño. Es mayo de 2007 y los dos artistas se juntan en una intervención que combina música y pintura en vivo, que tiene lugar en el Centro Cultural San Martin. Mientras Aristimuño toca solo con guitarra y una loopera, Liniers improvisa con pinceles y colores vivos sobre un lienzo. Suenan Pluma, Canción de amor, La última prosaAnochecer, Sun, Vos y Tu nombre y el mío, hoy clásicos de su repertorio, bajo un manto de silencio y un clima íntimo de fogón.

Diez años después, la “revolución” de Aristimuño se traduce en hechos concretos: está a punto de presentarse por primera vez en el emblemático estadio Luna Park, con entradas agotadas. Un escenario no tan afín a su propuesta sonora (más acústica, más cancionera, más sinfónica, por momentos) pero que indudablemente refleja su momento de popularidad. Después de una larga gira por todo el país, el cantautor rionegrino presentará en la ciudad de Buenos Aires su sexto disco solista, Constelaciones, editado a través de su sello Viento Azul en octubre del año pasado. “Después de Mundo anfibio (2012), un álbum que hice mirando hacia el agua, descubrí que para arriba también pasan muchas cosas; hay mucha gente que ya no está pero que ilumina, gente importante, músicos, que nos cuidan”, dijo durante el original lanzamiento de prensa que realizó en el Planetario, con proyecciones sobre el domo que acompañaban cada canción y regalaban un viaje mágico por el espacio y los astros. En este disco, el anfibio salió del agua y se fue a pasear por las estrellas.

Mutar para ser mejor

Hay un elemento clave en la obra de Lisandro Aristimuño: su espíritu inquieto, su capacidad para cambiar de ropaje sin perder intensidad. “Quería cambiar el audio, renovarme, mutar, volver a hacer otras cosas, seguir creciendo”, le dijo a este cronista el año pasado en su estudio de Villa Urquiza en relación al sonido de su nuevo disco. “La independencia y la autogestión me dan la libertad de poder laburar de ese modo: no tengo límites ni una directiva de nadie. Es difícil el sistema de la música, el negocio que hay detrás, y algunos artistas que valoro caen en eso. En mi caso, por suerte, puedo seguir produciendo y haciendo cosas que realmente tengo ganas de hacer y no por un hecho comercial”. En todo caso, su fórmula para generar interés en el público y la industria de la música es hacer algo distinto cada vez.

Constelaciones es un disco con melodías, letras y canciones directas que apenas supera la media hora. Un sonido más análogo y orgánico, sin tantas capas.

En sus dos primeros trabajos, Azules turquesas (2004) y Ese asunto de la ventana (2005), irrumpió –y sorprendió- en la escena musical con un particular estilo que supo captar rítmicas folklóricas con influencias del rock británico (Radiohead, por caso), el rock argentino primigenio y la música “electrónica” (programaciones, efectos samplers). Y otros elementos, como la aridez, la calma y el silencio característicos de su Patagonia natal. De madre actriz y padre músico y director teatral, Aristimuño absorbió desde chico el lenguaje escénico y tal vez por eso sus canciones son muy visuales: construyen escenas, atmósferas, climas cinematográficos. Cuenta que vivía en el teatro y cuando ensayaban sus viejos él andaba con pañales corriendo por la sala. En su casa, se escuchaba mucha música: la trova cubana de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, Vivaldi, Mozart y, claro, Los Beatles. “Voy dos veces al año a Río Negro. Mis viejos viven allá y una hermana. Entonces, Azul (su hija) tiene primos allá. Mis viejos tienen un patio grande: me pongo ahí a componer cosas, siento como si volviera a ser un niño. Conecto con mi infancia. Tener a mi vieja que cocina mientras toco está buenísimo”, le cuenta a este cronista el músico que vive en Buenos Aires desde 2004.

En su tercer disco, 39° (2007) arranca una búsqueda sonora orquestal –con eje en las cuerdas—que luego profundiza en el disco doble, Las crónicas del viento (2009). En estos discos, a grandes rasgos, se torna más experimental, más arriesgado y complejiza su composición y su letrística. Deja atrás cierta simpleza musical y la melancolía por su paisaje natal (el horizonte, el viento, el frío) o amores perdidos, y gana en materia de elaboración compositiva. Aflora un Aristimuño más maduro y más adaptado al cemento de la ciudad. De 39° se destacan canciones contundentes como Para vestirte hoy, El plástico de tu perfume (con Liliana Herrero como invitada), Algún lado (con Mariana Baraj) o Me hice cargo de tu luz, y de Las crónicas resaltan Desprender del sur (con Fito Páez), Azúcar del Estero, la folklórica Hoy y Green lover, una emotiva canción que habla sobre la memoria.

Tres años después, vuelve a patear el tablero con la salida de Mundo Anfibio (2012), un disco eléctrico y rockero que, en palabras de él, basa su sonido en el rock argentino: Pescado Rabioso, Canción animal de Soda Stéreo, Ciudad de pobres corazones de Fito Páez, Acariciando lo áspero de Divididos son algunos de los links que traza. En el plano letrístico, encontró una poética más filosa y con la lupa puesta en los problemas del mundo. La etapa Mundo anfibio finaliza en 2015 con la salida del disco doble en vivo, En concierto, que registra la gira de recitales por el país durante 2012 y 2014.

“Es más un placer de amigos que un dúo profesional que gira. Es simplemente un juego que hicimos por pueblos y la pasamos muy bien. Seguramente se vaya a repetir o saquemos un disco. Es muy abierto el proyecto, no hay planes”, dice Lisandro acerca de la juntada con Raly Barrionuevo.

Mientras tanto, se abre otra faceta en su vida: la de productor artístico. En 2007 produjo Margarita y Azucena, de Mariana Baraj; en 2011 Me arrepiento de todo, de Tomi Lebrero; en 2013 coprodujo Maldigo, de Liliana Herrero; y también se ocupó de la producción de Superamor, el disco que en 2015 marcó el regreso de Fabiana Cantilo a las canciones propias. Y autores de peso han grabado sus canciones, como la ya mencionada Herrero (Tu nombre y el mío), Teresa Parodi (Hoy me hace falta verte bien), Elena Roger (Azúcar del Estero) y Catupecu Machu (Para vestirte hoy). En breve, el humorista gráfico Tute editará un disco con canciones compuestas por él, con ayuda de músicos amigos. Se llamará Canciones dibujadas y Aristimuño le pondrá la voz a Sin querer, una que el talentoso dibujante y poeta le dedicó a su padre, Caloi.

El año pasado, además, realizó junto Raly Barrionuevo una juntada inesperada y original: Hermano Hormiga. Sin pretensiones más que salir a tocar juntos y compartir canciones, los músicos se armaron un itinerario de ciudades poco habituales y alejadas de los centros urbanos: se presentaron en Unquillo (Córdoba), La Quebrada (La Rioja), Rafaela (Santa Fe), Luján (Buenos Aires), Benito Juárez (Bs. As.), San Rafael (Mendoza), Villa Mercedes (San Luis), Justiniano Posse (Córdoba) y Beltrán (Río Negro). “Es más un placer de amigos que un dúo profesional que gira. Es simplemente un juego que hicimos por pueblos y la pasamos muy bien. Seguramente se vaya a repetir o saquemos un disco. Es muy abierto el proyecto, no hay planes”, le dijo a Rock Salta. Además de canciones de ambos, en el repertorio aparecieron nombres como Raúl Carnota, León Gieco y Silvio Rodríguez. Una experiencia que le sirvió a ambos para ampliar sus públicos. En esta sintonía, en marzo del año pasado participó del homenaje Alfredo Zitarrosa por los 80 años de su nacimiento y junto al uruguayo Martin Buscaglia interpretaron en dupla “Los dos criollos” en el estadio Centenario frente a miles de personas.

“Música Sin Fines de Lucro es un canal para comunicar y donde se puede escuchar música que no circula en las radios. Es mostrar que hay otros caminos. Pienso que la música es como la tierra: si no sembrás una planta, no te va a dar frutos”, asegura Lisandro.

Aristimuño se considera un melómano y le encanta descubrir música nueva. De hecho, en su página web creó una plataforma llamada Música Sin Fines de Lucro (www.lisandroaristi.com/msfl), que consiste básicamente en dar a conocer a nuevos músicos a través de una selección de canciones que comparte una vez por mes. “Es un canal para comunicar y donde se puede escuchar música que no circula en las radios. Es mostrar que hay otros caminos. Pienso que la música es como la tierra: si no sembrás una planta, no te va a dar frutos”, explica. En mayo, abrió un concierto de Sting en el Hipódromo de Palermo y el británico le dijo que tenía “unas canciones y una voz muy hermosas”.

 “Hoy, hoy, hoy”

Después de hacer ocho Gran Rex, Aristimuño se dejó cautivar por la mística del Luna Park, un espacio vinculado con un sonido más fuerte. Se trata de la presentación en territorio porteño de la gira Constelaciones, que desde marzo lo llevó a Neuquén, Azul, Mar del Plata, Bahía Blanca, Santa Rosa, Viedma, Córdoba, Concordia, Corrientes, Paraná, San Juan, Mendoza, Rosario, Jujuy, Salta, Tucumán, La Plata, con paradas en México y en noviembre en Montevideo y Santiago de Chile. En el concierto del Luna, ya confirmaron su presencia invitados como Fernando Ruiz Díaz de Catupecu Machu, Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo, todos músicos que lo acompañaron en estos años. La buena respuesta del público, que agotó las entradas, hizo que el músico agregara dos fechas más en Buenos Aires, pero en otras salas: el 26 de octubre celebrará su cumpleaños número 39 en Niceto Club y el 8 de diciembre cerrará el año en el Teatro Coliseo.

Camino de estrellas

En su sexto disco de estudio, Aristimuño dio otro audaz volantazo artístico. Por primera vez, trabajó con un co-productor (Ariel Polenta) y convocó a una banda nueva para entrar directo al estudio de grabación: Javier Malosetti en bajo, Sergio Verdinelli en batería, Nicolás Ibarburu y Nicolás Bereciartúa en guitarras y el mismo Polenta en teclados. Y una sección de vientos a cargo de Juan Canosa, Ramiro Flores y Sergio Wagner. Una dream team. El deseo de encontrar un nuevo sonido y estimular otros aspectos de su música, lo llevó a convocar a músicos distintos y dejar descansar a Los Azules Turquesas, la banda que lo acompaña desde hace varios años. La intención fue volver a una canción más primal. Una más clásica, tal vez, sin perder el sello personal y el “toque aristimuño”. “Antes hacia una canción y ya buscaba cómo producirla en el mismo momento. Pero en este caso fui al estudio sin saber qué estribillo tenía la canción o a veces faltaba la letra”, cuenta. “Quise seguir investigando, seguir aprendiendo. La palabra aprender debería estar más presente”. Durante ocho días se internó en el estudio y se dejó llevar por las experimentadas energías musicales que participaron en la grabación. Verdinelli y Malosetti, por caso, fueron músicos de Spinetta y esa presencia se respira en el disco.

Constelaciones es un disco con melodías, letras y canciones directas que apenas supera la media hora. Un sonido más análogo y orgánico, sin tantas capas. De hecho, a diferencias de sus trabajos anteriores, no hay programaciones ni samplers. Tampoco hay cuerdas. Fue grabado con tomas en vivo y tiene una impronta espontánea. ¿El resultado? Canciones despojadas y sencillas que dan ganas de tocar con la guitarra en un fogón, como Tu corazón, Rastro de percal, Voy con vos y Hoy, hoy, hoy. Pero también otras más oníricas y profundas como la hipnótica Good morning life o De nuevo al frío, una canción en la que indaga en el niño que fue y en su identidad. En tanto, aparece el pulso rockero en la espesa Una flor y en la espiritual Hijo del sol, una canción con aires de folk texano.

Luego, le dedica a su hija Azul la bellísima canción de cuna Tres estaciones. “Quiero volar, amontonar tres estaciones, oír tu voz y contemplar los girasoles / Ver el mantel donde cenás lleno de flores, mirar el sol hasta brillar en tus talones”, canta con ese registro agudo tan característico. En la última del disco, Respirar, el piano beat de Polenta remite directamente a John Lennon. En cuanto a las letras, es un disco esperanzador y luminoso. “Son canciones positivas, son felices, son de ‘aguantemos’ y busquemos en el amor. A mí me surgió eso: tirar ánimo en las letras, que creas en lo tuyo”, cuenta en plan Lennon. León Gieco, Gustavo Cerati, Fito Páez, Charly y Spinetta son referencias que, de algún u otro modo, aparecen en este disco. Una tradición autoral argentina con peso propio que Aristimuño parece transitar.

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