1963 – Su lugar en el mundo
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El 28 de febrero de 1963 el presidente José María Guido firmó el decreto-ley Nº 1547, cuyo primer artículo dictamina: “Institúyese como Semana Nacional del Folklore la última del mes de enero de cada año, estableciéndose como sede la ciudad de Cosquín, cabecera del Departamento de Punilla, provincia de Córdoba”. Ya no quedaban dudas, “Cosquín Capital del Folklore” era más que un eslogan ingenioso, un alhalí festivalero, un gancho para atraer turistas ávidos de reflejarse y sentirse parte de un repertorio, una manera de decir, una manera de escuchar. Era una afirmación que retumbaba en todos los rincones del país a través de los medios de comunicación que llegaban para después contarlo, y de un público cada vez más numeroso y entusiasta que lo seguía desde cerca y desde lejos. Este año además se reconocía oficialmente el Festival y más allá del orgullo por la distinción, el decreto presidencial lo acomodaba, le aseguraba un lugar inalterable en el cada vez más nutrido calendario de festivales que, en la provincia de Córdoba y en todo el país, se extendía durante los meses del verano.
Para la organización y ejecución de la cuarta edición se invirtieron unos ocho millones de pesos. La idea de que se trataba de la reunión del país, en la que todas las tonadas se podían escuchar arriba y abajo del escenario también se consolidaba: 21 provincias estuvieron representadas a través de sus delegaciones, además de Chile, que llegó con su propia representación. Julio Marbiz y Ricardo Smider fueron los maestros de ceremonias. Mariel, Norma Landi y Dardo Quiroga los locutores. Marcelo Simón se encargó de los libretos.
Los elegidos por el público fueron Los Trovadores del Norte, quinteto vocal santafesino integrado por Francisco Romero, Carlos José Pino, Bernardo Rubín, Sergio José Ferrer y Eduardo Gómez, que ya había actuado en el Festival el año anterior.
Con las ausencias de Los Chalchaleros y de Eduardo Falú –en ese momento de gira por China–, Los Fronterizos fueron los más aplaudidos del Festival. Era la primera vez que el cuarteto entonces integrado por Juan Carlos Moreno, Gerardo López, Eduardo Madeo y César Isella se presentaba en Cosquín. Fue un año de grandes presencias femeninas: Carmen Guzmán, Las Tres Marías del Paraná, Cecilia del Mar, Ramona Galarza, la exquisita Suma Paz y la gran Margarita Palacios, quien actuó con su conjunto y fue además jurado. Ariel Ramírez, que había llegado con su compañía por primera vez a Cosquín, pudo estrenar el piano de cola adquirido por la Comisión; Eduardo Rodrigo estrenó Zamba de usted –de Félix Luna y Ramírez – en una versión en la que llevó su fraseo edulcorado y el énfasis expresivo hasta las lágrimas. Una grata sorpresa la dieron Los Cantores del Sol Naciente, el trío integrado por Hiroaki Yanagi, Kazukata Nagato y Shehei Tanaguchi, japoneses que trataban muy bien el repertorio criollo.
Los de Córdoba, Jaime Torres, Moncho Mierez, Los Nombradores, Los Huanca Hua, el uruguayo Osiris Rodríguez Castillos, Carlos Di Fulvio, Los Andariegos, el ballet Cielo y Patria, el ballet de Aldo Bessone, Claudio Monterrío, Ramón Ayala y Los Arroyeños, entre muchos otros, alternaron con las delegaciones provinciales durante nueve noches, en las que la lluvia y las bajas temperaturas no lograron quitar brillo a la fiesta. Los elegidos por el público fueron Los Trovadores del Norte, quinteto vocal santafesino integrado por Francisco Romero, Carlos José Pino, Bernardo Rubín, Sergio José Ferrer y Eduardo Gómez, que ya había actuado en el Festival el año anterior. Su versión de Puente Pexoa, un rasguido doble de Tránsito Cocomarola y Armando Nelli, cosechó los mejores aplausos de la cuarta edición. La más simpática atracción diurna fue sin dudas la carrera de burros que disputaron el cura Monguillot y Santos Sarmiento, dos voluntades fundamentales en la historia del Festival.
Con las ausencias de Los Chalchaleros y de Eduardo Falú –en ese momento de gira por China–, Los Fronterizos fueron los más aplaudidos del Festival.
El Segundo Simposio Nacional de Música y Danza Tradicional y Folklórica Argentinas tuvo lugar en el marco de las actividades del Ateneo Folklórico, presidido por Héctor Becerra Batán. Las ponencias y discusiones giraron en torno a tres temas de gran interés en una época en la que nuevas miradas hacia el folklore –el Festival era un perfecto ejemplo– interpretaban de otra manera las tradiciones: “Momento evolutivo de nuestro folklore”, “Vanguardismo y folklore ciudadano” y “Futuro de las manifestaciones populares vigentes”. Participaron del Simposio Félix Coluccio, Leda Valladares, León Benarós, Pedro Beruti, Beatriz Durante, Julio Viggiano Esain, Rómulo Rodríguez Zelada y Víctor Jaimes Freyres.
El último fin de semana el Festival atrajo una gran cantidad de público que cuadruplicó la población de Cosquín. Durante el día la multitud ganaba los balnearios y por la noche el centro de la ciudad. La Policía Caminera de Carlos Paz señalaba que ese sábado habían pasado por la ruta en dirección a Cosquín unas 42.000 personas, a las que se sumaban las que lo hicieron en tren, entonces un medio de transporte muy utilizado. El domingo por la tarde, unas 60.000 personas caminaban por la ciudad; por la noche un estrecho cerco de policías cubrió los alambrados que circundaban la Plaza, que este año había incrementado el número de plateas y ofrecía unas 7.000 localidades, aunque a último momento se agregaron 1.500 sillas más.
Todos querían saber quién había ganado los nuevos premios Camin-Cosquín. La Comisión Municipal de Folklore, presidida por Reynaldo Wisner, instituyó en esta edición el galardón fundido en bronce –con plaqueta en oro, plata o bronce según el orden de mérito–, con diseño del escultor indigenista Luis Perlotti.
El gobernador Justo Páez Molina presidió la ceremonia de entrega de premios a las delegaciones. Margarita Palacios era parte del jurado y fue distinguida por el resto de ese jurado, en un gesto de simpatía, con el extraoficial título de “La Novia de Cosquín”. El Camin-Cosquín a la mejor delegación fue para la de Neuquén. El mejor solista de canto salió de la delegación de Corrientes, y el mejor solista instrumental y mejor conjunto vocal de la de Formosa. El mejor conjunto de danzas lo mostró la delegación de Chaco, al igual que el mejor recitador, un joven de Colonia Baranda que levantó la Plaza con su poema “Casi gringo”. Se llamaba Luis Landriscina.
Este año se premió también a la Paisana del Folklore, la moza que además de representar lo más elevado de la belleza criolla debía encarnar sus virtudes; Nilda Elia Torres, de la delegación de San Luis, resultó la elegida. Después de las premiaciones actuaron Horacio Guarany, Eduardo Rodrigo, Jorge Cafrune y Los Fronterizos, quienes cerraron una noche que se prolongó hasta cerca de las siete de la mañana.
En un extenso artículo que trazaba un balance de esta cuarta edición del Festival, la revista Vea y Lea observaba, sin buscar culpables ni llamar a la catástrofe, el cambio de tendencia desde lo tradicional a lo espectacular que se daba en Cosquín. “En este cuarto Festival ha comenzado el mismo pueblo a discernir. Porque ha oído a aquellos mismos cantores que había consagrado en festivales anteriores, volver con formas nuevas, amaneradas, torpes, sin ese hondo y sutil espíritu que tuvieron sus primeras canciones. Estos artistas (…) se desvían porque para ellos es más fácil que superarse (…). Un cantor nativo que comenzó cantando a lo criollo, derecho y modulado, cambió totalmente y se largó a cantar con voz tonante e incontrolada. Ocurre lo mismo con las cancionistas. Parece que hay una vocación al ruido, por el grito, por el alarido seudo musical (…). El canto primitivo criollo cantaba tal vez en voz baja, pero modulando las palabras, tallándolas a medida que salían de su boca como agua de manantial”.
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