1964 – Llegan Los Fronterizos
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Las dos primeras ediciones del Festival habían consolidado a la ciudad en su propósito: la Capital del Folklore tenía su lugar entre las sierras de Córdoba y había alejado el estigma de “lugar de tuberculosos”. Además, había inaugurado un estilo de Festival hasta entonces inédito, que conjugaba distintas formas de escuchar, ver y sentir la tradición. En sintonía con el boom del folklore que en esas épocas se registraba en todo el país, el Festival crecía y la convocatoria de la edición anterior –que llegó a concentrar unas 12.000 personas con sólo 1.500 asientos disponibles– demostró que la céntrica Plaza San Martín ya quedaba chica. Se hacía necesario buscar un nuevo espacio que respondiera a las necesidades de un evento de características nacionales, en plena expansión. La Comisión recurrió a la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba buscando asesoramiento sobre qué espacio de Cosquín podría servir para instalar un escenario permanente.
El arquitecto Ernesto Lapadula se hizo eco de las inquietudes expuestas y después de estudiar el caso, atento al hecho de que la ciudad se estaba desarrollando alrededor de la Plaza San Martín, aconsejó ubicar el predio del Festival en otra zona, de manera de promover un crecimiento parejo de la planta urbana de Cosquín. La Plaza Próspero Molina, un espacio urbanizado en jardín, poco frecuentado, ubicado sobre la ruta 38, a pocas cuadras del río, frente a la iglesia y la comisaría, fue el lugar elegido para lo que sería la Plaza Nacional del Folklore, que mantuvo el nombre del pro hombre coscoíno.
La fecha del Festival se acercaba y finalmente la gente del pueblo tomó la decisión que eludía el intendente: se movilizó y ocupó la Plaza.
Reynaldo Wisner, presidente de la Comisión Municipal de Cultura, Turismo y Fomento, estaba seguro de que ese podía ser el lugar, pero no encontraba eco en la autoridad municipal para comenzar con las obras de refuncionalización del espacio. El Municipio estaba entonces a cargo de José Reyes Contreras, nombrado por la Intervención Nacional en la Provincia de Córdoba encabezada por Rogelio Norez Martínez, en lugar del intendente electo, Ángel Bergese. Contreras no veía con buenos ojos que se cambiara la fisonomía de la Plaza Próspero Molina, por lo que demoraba su transformación, especulando que la urgencia de otra edición del Festival distraería de ese propósito a la Comisión. La fecha del Festival se acercaba y finalmente la gente del pueblo tomó la decisión que eludía el intendente: se movilizó y ocupó la Plaza. Contreras tuvo que ceder, pero reservándose la facultad de elegir quiénes trabajarían en la obra.
Para la tercera edición del Festival, que tuvo lugar entre el 19 y el 27 de enero de 1963, se había levantado un gran escenario, ante una platea de 4.500 asientos, entre sillas y bancos que en las noches de lluvia se utilizaban como paraguas. En un ángulo de la Plaza había quedado la estatua de bronce de un Sarmiento con la mano izquierda sobre el pecho. El predio ocupaba una manzana, circundada por la calle Tucumán, sobre la que se recuesta el escenario, y San Martín –la Ruta Nacional 38– del lado opuesto. Hacia la izquierda de quien mira el escenario estaba la calle Obispo Bustos, donde se ubicaba además la Jefatura de Policía; del otro lado la calle Catamarca, con el Club de Ajedrez y Social Cosquín, natural prolongación del Festival con peñas y fogones.
Para esta tercera edición se contrató a un nuevo maestro de ceremonias: Julio Marbiz, locutor que en 1958 había debutado en Radio Belgrano
El nuevo escenario, de unos doce metros de frente y seis de profundidad, se adornó con banderas de países de Latinoamérica y contó con la escenografía del artista plástico Raúl Eduardo Rusell, profesor de la Escuela Normal Mixta Eduardo Costa, de Campana. “Han terminado los trabajos de remodelamiento y construcciones de la gran Plaza en la que se levantará el gigantesco escenario y la monumental platea para 4.500 espectadores sentados y construido con el apoyo de las fuerzas vivas, instituciones culturales y deportivas y pueblo en general”, anunciaba el diario Los Principios.
En la noche inaugural el Coro Polifónico de Cosquín, dirigido por Aristóbulo Maglio, entonó las estrofas del “Himno Nacional Argentino”, el cura párroco Héctor Monguillot bendijo las nuevas instalaciones y el interventor Federal en la Provincia Rogelio Norez Martínez hizo uso la palabra.
Para esta tercera edición se contrató a un nuevo maestro de ceremonias: Julio Marbiz, locutor que en 1958 había debutado en Radio Belgrano –que transmitía el Festival todas las noches entre las 22 y las 23– con el programa Aquí está el folklore, que en Canal 9 conducía La pulpería de Mandinga –uno de los espacios de folklore más exitosos en la televisión del momento–, y que además era director de la muy popular revista Folklore. A través de una recomendación de Horacio Guarany, la comisión lo contrató para animar un Festival en el que en pocos años lograría imponer una notable influencia, sobre todo en la elección de los artistas profesionales, que paulatinamente se convertirían en la atracción principal del encuentro, dejando en segundo plano a los de las delegaciones provinciales. El eslogan “Aquí Cosquín Capital del Folklore” tomó en la voz de Marbiz un matiz personal: según el modelo de un relator de fútbol, elevando el grito, lo convirtió en un latiguillo que repetía varias veces en cada noche. Con el pasar de los años fue espaciando el característico grito hasta dejarlo como sigla inconfundible para la apertura y el cierre de cada transmisión.
El nuevo escenario, de unos doce metros de frente y seis de profundidad, se adornó con banderas de países de Latinoamérica y contó con la escenografía del artista plástico Raúl Eduardo Rusell.
Este año Canal 9 produjo un documental con los momentos salientes de las nueve noches. La filmación estuvo a cargo de un equipo dirigido por Julio Serbali, gerente deCine Press de Córdoba. También estuvieron las cámaras de la RAI (Radio Televisione Italiana) y Edouard Pecourt, delegado de la Phonoteque Nationale de France, quien impresionado por lo vivido expresó a la revista Folklore: “Pude apreciar, durante las presentaciones nocturnas en el escenario, la calidad y la sincera dedicación de los artistas y de las delegaciones provinciales, trayendo las expresiones más auténticas de todos los puntos del país. Pero la experiencia más sorprendente y reconfortante a la vez me la proporcionó el público, cuando bajo una lluvia torrencial se quedó firme y aplaudiendo a los intérpretes que actuaban en el escenario”.
Los Chalchaleros, Horacio Guarany, Los Hermanos Albarracín, Jorge Cafrune, Aldo Bessone, Los Huanca Hua –muy aplaudidos por su versión de La amanecida– y Los Nombradores, que impresionaron con Vidala del nombrador de Jaime Dávalos –otra de las figuras del Festival–, renovaron su diálogo con un público conocido. En aquel año asomaban además Los Andariegos –surgidos en Mendoza a mediados de la década de 1950–, Los Tucu Tucu, Los Cantores del Alba, Los Indianos –sexteto vocal e instrumental dirigido por el pianista Jorge Ambrós– y sobre todo Santiago Ayala, “El Chúcaro”, quien junto a Norma Viola produciría algunos de los momentos artísticamente más trascendentes de esa edición del Festival, y de muchas de las que vendrán. Alma García fue la única figura femenina. La intérprete y creadora tucumana, obtuvo nutridos aplausos con su Zamba para después y Milonga de olvido.
El último sábado tuvo lugar un hecho histórico: en el escenario que aún no llevaba su nombre, cantó por primera vez Atahualpa Yupanqui, una de las máximas figuras del folklore de todos los tiempos. Sin embargo, uno de los artistas más aclamados fue Eduardo Rodrigo, el tan amado como resistido cantor expresionista. Este año el crecimiento de sus seguidores fue proporcional al de sus detractores.
En un controvertido episodio, el Ateneo pidió la expulsión del poeta Ariel Petrocelli del Festival, por considerar que “sus afirmaciones y chistes de mal gusto” estaban fuera de lugar en un encuentro como el de Cosquín.
En este Festival participaron delegaciones de quince provincias, además de una representación de Uruguay. El premio al mejor conjunto fue compartido entre La Rioja y Mendoza, mientras que Santiago del Estero, con el conjunto Los Jilgueros, obtuvo el reconocimiento como mejor conjunto vocal y Héctor Estévez, de la Provincia de Buenos Aires, fue el mejor bailarín solista.
El Ateneo Folklórico, presidido por Héctor Becerra Batán, organizó el Primer Simposio de Folklore, que convocó a folklorólogos y tradicionalistas, entre ellos Víctor Jaimes Freyre, Haydeé Pérez del Cerro –autora de un importante tratado de danzas folklóricas–, el profesor Félix Coluccio y José Ramón Luna, enviado de la revista Vea y Lea, quien firma una nota tomando postura en la polémica “delegaciones o artistas profesionales”: “Este año el tercer Festival ha sido diferente de los anteriores. Superado en cuanto a la calidad de las delegaciones. Incurrió en la misma falla: la contratación de elementos profesionales que, si bien dieron brillo con su actuación, se lo restaron a la de las delegaciones, que fueron postergadas en el programa y en la hora de las transmisiones radiales. El país, en lugar de escuchar a las delegaciones que le acercarían la voz nueva del folklore o, cuanto menos, la voz auténtica, debió escuchar a los profesionales, a quienes tiene todo el día en el disco, en la radio o en la TV”.
En un controvertido episodio, el Ateneo pidió la expulsión del poeta Ariel Petrocelli del Festival, por considerar que “sus afirmaciones y chistes de mal gusto” estaban fuera de lugar en un encuentro como el de Cosquín. En una de sus presentaciones, el bardo salteño había parodiado un acto de misa, relatando con picardía la visión que tuvo un changuito del rito católico. Los componentes del Ateneo, los presbíteros asistentes al programa y algunos integrantes de la Comisión se sintieron ofendidos y aplicaron la pena. Antes del final del Festival, luego de considerar una explicación del intérprete, quien se confesó católico y expresó que el perdón es una de las reglas ineludibles de la iglesia, el castigo fue levantado.
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